LA PRENSA LIBRE Y SARMIENTO
“Y en la época de su vejez (1882), definía así la prensa argentina, que fue su instrumento de acción:
“En política y gobierno nada hay argentino entre nosotros, si no es la tendencia al despotismo, y la prensa libre.-
El Pueblo empuja al arbitrario, la prensa lo contiene ilustrándolo.-
Si nuestra Constitución es un programa de Libertad, nuestra prensa diaria es la única Libertad indisputada que poseemos.-
Para ser escritor en la prensa es preciso haber ceñido la espada del guerrero, conservar toda su vida el cilicio del monje; no aspirar a comer sino el pan seco del soldado, y no recibir mendrugos del Poder, que suelen a veces contener estricnina. De manera que para escribir con éxito para el Pueblo argentino, es preciso ser tenido por patriota honrado, no haber doblado la rodilla ante ninguna de las estatuas de oro con pies de arcilla que el Pueblo se forma y haberse mantenido sereno en la cueva de los leones, como Daniel” (“Obras”, T° XLVI, pág. 62)”.-
Publicado en “El Profeta de las Pampas” de Ricardo Rojas, pág. 717.-
“Y en la época de su vejez (1882), definía así la prensa argentina, que fue su instrumento de acción:
“En política y gobierno nada hay argentino entre nosotros, si no es la tendencia al despotismo, y la prensa libre.-
El Pueblo empuja al arbitrario, la prensa lo contiene ilustrándolo.-
Si nuestra Constitución es un programa de Libertad, nuestra prensa diaria es la única Libertad indisputada que poseemos.-
Para ser escritor en la prensa es preciso haber ceñido la espada del guerrero, conservar toda su vida el cilicio del monje; no aspirar a comer sino el pan seco del soldado, y no recibir mendrugos del Poder, que suelen a veces contener estricnina. De manera que para escribir con éxito para el Pueblo argentino, es preciso ser tenido por patriota honrado, no haber doblado la rodilla ante ninguna de las estatuas de oro con pies de arcilla que el Pueblo se forma y haberse mantenido sereno en la cueva de los leones, como Daniel” (“Obras”, T° XLVI, pág. 62)”.-
Publicado en “El Profeta de las Pampas” de Ricardo Rojas, pág. 717.-
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