jueves, 6 de diciembre de 2007

LA VOZ DEL PUEBLO........LOS GRAFITIS


GRACIAS "NIÑO" POR PASARME LOS GRAFITIS

"Vox populivox Dei, decían los romanos : la voz de los pueblos es la voz de Dios"

GRAFITIS ARGENTINOS

Estaremos siempre al lado del gobierno, porque si vamos adelante nos coge y si vamos detrás nos caga.

En Argentina tenemos los mejores legisladores, que el dinero pueda comprar.

Este gobierno ama a los pobres, pero hay amores que matan...

No robes. El gobierno odia la competencia.

Si el voto cambiara algo, sería ilegal.

Que nos gobiernen las putas, ya que sus hijos no pudieron.

Por una sociedad sin clases, ¡Vivan las huelgas de los maestros!

Pensar es perjudicial para la salud (Ministerio del Interior)

Políticos y pañales han de ser cambiados con frecuencia, ambos por la
misma razón.

Me las vas a pagar (FMI)

Si errar no es humano... Menem, es marciano.

La política es el arte de servirse de los hombres haciéndoles creer que se les sirve a ellos.

Invierta en impuestos... seguro que suben.

Hay países privilegiados como el nuestro que gozan de todos los climas

incluido el de la violencia.

Haz que un político trabaje... no lo reelijas.

Este país no es subdesarrollado, sino amateur.

Lo malo de Cavallo no es que viaje, sino que vuelva.

Basta ya de realidades, queremos promesas. (Los Pobres)

La deuda que le estoy dejando al país no es externa... es eterna. (Menem)

El país estaba al borde del abismo y ahora hemos dado un paso adelante. (De la Rúa)

Si la revolución es el orgasmo de los pueblos, entonces somos el pueblo de nunca acabar.

Las inundaciones no se producen porque los ríos crecen, sino porque el país se hunde.

Si robar es un delito... ¿porque el estado anda suelto?

Con Carlos Saúl estamos en tratamiento, él trata y yo miento (Cecilia Bolocco)

El día que la mierda se venda, los argentinos nacerán sin culo.

Este es un país de Fusilánimes.

Si los impuestos vuelven al pueblo... ¿Para que mierda los pagamos?

Errar es humano, culpar a los demás es de políticos.

En muchos países después de un descontento general, viene un general contento.

En Argentina no puede existir el SIDA, hay 37 millones de forros.

El problema no es que los políticos nos mientan, el problema es que les creamos.

El dólar no baja, se agacha para tomar impulso.

En Argentina, sólo 6 personas se mueren de hambre: yo, tú, él, nosotros, vosotros y ellos.

Todos prometen, Nadie cumple... Vote por Nadie.

Votá por el candidato que menos promete, será el que menos te decepcione.

Con Carlos tenemos un amor platónico, yo necesito la plata y Carlos el tónico (Cecilia Bolocco)

Algunos nacen con suerte y otros en Argentina.

La mentira tiene patas cortas, pero en Argentina usa zancos.

Este gobierno es como una bikini, nadie sabe como se sostiene, pero

todos quieren que se caiga.

Y como reflexión final:

"No se tome la vida tan seriamente, igual no va a salir vivo de ella."

EL PIRATA ROBY

LA NENA DE PAPA



NOTA PUBLICADA EN EL SUPLEMENTO "EL OBSERVADOR" DEL DIARIO "PERFIL" POR MI QUERIDA JOVEN, VALIENTE, INTELIGENTE Y BRILLANTE PERIODISTA, SRTA. PAULINA MALDONADO, A QUIEN FELICITO PUBLICAMENTE Y LE AUGURO UN FUTURO BRILLANTE EN EL PERIODISMO ARGENTINO.-
¡BIEN PAU!

EL PIRATA ROBY


el observador (02 de diciembre de 2007)

eduardo fernandez

La historia prohibida y nunca contada del papá de Cristina

La presidenta electa ha evitado siempre hablar de su familia y de su infancia. Pero hay una figura que ella ni siquiera menciona, y oculta en su álbum íntimo: su padre, Eduardo Fernández. Detrás de la historia simple de un chofer de colectivos se esconde una relación conflictiva entre padre e hija. Quienes conocen esa etapa de la vida de Cristina aseguran que sentía cierta vergüenza de sus progenitores. Por eso buscó reinventar su historia, obviando parte de su pasado.

Por Paulina Maldonado

colectivero. Eduardo Fernández, destacado en blanco, junto a los socios de la empresa Expreso City Bell, donde trabajó toda su vida, en una inauguración en los 60.z

“Cristina intenta negar su pasado. Quiere controlarlo todo. Si fuera por ella, su vida arrancaría a los 22 años.” Quienes la conocen en la intimidad, saben que a Cristina Fernández de Kirchner no la inquietan tanto los desafíos que enfrentará a partir de la próxima semana, cuando asuma la Presidencia de la Nación, como la posibilidad de que alguien consiga adentrase en ciertos capítulos de su historia.

Ella distribuye con cuentagotas los recuerdos de su niñez y adolescencia en Tolosa. Casi nunca va a La Plata. No se muestra más que lo mínimo y necesario con su madre, Ofelia Wilhelm, y su hermana menor, Giselle, a quienes les tiene prohibido hablar con los medios. Pero hay una figura clave en el rompecabezas familiar que ella parece querer mantener en el más secreto olvido: la de su padre, Eduardo Fernández. Hasta hoy sólo permitió que contaran que era un chofer de colectivos, devenido luego en accionista de una empresa de transportes, que falleció en 1982. Y no más. Tampoco nunca nadie había publicado una foto suya. ¿Por qué tanto hermetismo alrededor de la historia de un hombre común? ¿Qué es lo que motiva tanto misterio?

“Me encontré con Cristina hace un par de años en Luján. Emocionado me acerqué para contarle que mi viejo, mi cuñado y yo habíamos trabajado con su padre, que era una persona excelente. Ella ni se inmutó. No me dijo ni una palabra. Me sorprendió su frialdad, pensé que como a cualquiera de nosotros le iba a gustar que le recordaran al viejo”, cuenta el hijo de uno de los socios que trabajó con Fernández toda la vida.

El “tarta”. El padre de la presidenta electa tiene la historia común de un hombre común. Hijo de inmigrantes españoles, ni bien terminó la primaria empezó a trabajar. Con la ayuda de sus padres, Pascasio y Amparo, compró la mitad de un colectivo del Expreso City Bell, la antigua línea 3 que unía esa localidad con La Plata, y se convirtió en el chofer del interno 10.

Las fotos lo muestran como un hombre blanco, pecoso, de una gran contextura física. Sin embargo, el rasgo que mejor lo definía y que más lo apesadumbraba era su tartamudez. Su compañeros de la línea lo llamaban “el Colorado” Fernández, pero cuando querían hacerlo enojar le decían “Co-co”, cargándolo por su hablar entrecortado.

Las jornadas laborales en aquella época eran intensas. Los conductores cobraban por vuelta y debían cumplir turnos de hasta 14 horas por día, una semana durante el día y a la siguiente por la noche. “Al Colorado no lo asustaba trabajar, era un laburante. Aunque también es cierto que de joven le gustaba salir de noche y tenía éxito con las mujeres. Eso sí, era súper responsable, siempre llegaba a horario y si había salido, ni se notaba”, recuerda uno de los empleados, que al igual que los mecánicos, choferes, y varios hijos de los primeros socios acepta compartir sus recuerdos con la condición de mantener su nombre en reserva.

Fernández fue uno de los 23 socios que dieron inicio a la compañía, y su crecimiento en la empresa se dio a la par de los demás. Durante muchos años trabajó como chofer, hasta que llegó a ser dueño de tres colectivos y, una vez formada la cooperativa, cobraba el monto correspondiente a su cuota parte.

A mediados de 1970 la comisión directiva del Expreso, integrada por Miguel y Pinamonte Valente, Francisco Di Girolamo y Carmelo Alico, entre otros, lo eligió jefe de personal, cargo que ocupó hasta su muerte, el 26 de abril de 1982. Un par de años antes los médicos le habían diagnosticado un cáncer de pulmón. Era un gran fumador, consumía más de un paquete de Jockey largos por día y cuando se enfermó tuvo que empezar a faltar al trabajo, algo que no había hecho en más de 30 años de carrera.

Después de su muerte su mujer se hizo cargo de su participación en la empresa, hasta su quiebra en diciembre de 2004. Pero nada fue lo mismo. “Ofelia era brava y no compartía los criterios del Colorado. Los socios nunca le perdonaron que no hubiera dejado pasar a algunos ex compañeros al velatorio de Fernández”, asegura uno de sus ex compañeros.

Quienes compartieron con él largas horas en las primeras terminales con talleres propios que la empresa tuvo atrás del Hospital Español en la calle 8, lo recuerdan como un hombre de carácter fuerte e irritable. “No era maleducado, de decir malas palabras, pero sí calentón. Cuando se enojaba podía gritar en el medio de la calle, o agarrarse a trompadas con alguno en el trabajo.”

De eso no se habla. “Era una casa extraña. Nunca había un clima distendido. Excepto Giselle, que vivía alejada de todo eso gracias a su inocencia, Ofelia, Eduardo y Cristina eran más que independientes. El que vivieran todos bajo el mismo techo parecía una mera circunstancia”, comentan quienes compartieron la vida de los Fernández-Wilhelm, puertas adentro de su casa de la calle 522 bis, en Tolosa.

Los pocos testigos que conocieron su vida familiar y laboral aseguran que había dos Fernández. Uno era el personaje divertido, que se hacía querer entre sus compañeros y socios colectiveros. Pero esa imagen se rompía adentro de su casa, cuando aparecía el hombre distante, que parecía más un visitante especial que un padre de familia. Por su trabajo estaba muy poco tiempo en la casa. Se iba a la mañana temprano y volvía justo para cenar. Cuando la familia comía en la cocina, no había demasiado diálogo. El silencio se disimulaba con la televisión, que siempre estaba prendida.

“Cristina tenía una relación distante con el padre. Ella y Ofelia prácticamente lo ignoraban, y todos aceptaban eso. La única que lo recibía con un abrazo era Giselle. Con ella Eduardo era más afectuoso, aunque no demasiado demostrativo”, comenta un amigo de la familia.

Muchos describen un hogar manejado por la figura avasallante de Ofelia. Pero pocos explican las circunstancias especiales que hicieron que las cosas se dieran de esa manera. Ofelia quedó embarazada de Cristina cuando estaba de novia con Fernández. Eso resultaba un escándalo para la época, que no se resolvió hasta que la pareja formalizó su situación, recién cuando su hija cumplió cinco años.

Ese era un tema tabú en la casa. Pero aunque todos intentaban evitarlo, estaba siempre presente. “Ofelia jamás pudo olvidar la soledad de esos primeros años con su hija. Cristina jamás pudo superar la sensación de que su nacimiento no había sido programado”, relata un familiar que pide el anonimato.

Tal vez por eso Carlos Wilhelm, el abuelo materno de Cristina, fue la figura masculina de mayor peso en su infancia y juventud. El también mantenía una distancia feroz con su yerno. Entre ellos el pasado pesaba. Cuentan que el padre de Ofelia vivía en una construcción en el fondo de la casa de Tolosa, con una de sus hijas. Durante el día él se la pasaba en la vivienda principal, con Cristina. Pero se iba ni bien llegaba Eduardo, no quería ni cruzárselo.

Pero más allá de los hechos del pasado, a Ofelia y Eduardo tampoco los unía demasiado el presente que vivían. A él nunca le interesó demasiado el fútbol ni la política. Era antiperonista acérrimo y festejó cuando derrocaron a Perón. Ella siempre fue fanática de Gimnasia y Esgrima de La Plata y una reconocida militante peronista y “evitista”.

“Más que discusiones, entre ellos reinaba una indiferencia total. Jamás los vi saludarse con un beso, ni hacer planes juntos. Sé que a Cristina la relación de sus padres la marcó mucho. Ella padecía todo esto, por eso estaba tanto tiempo fuera de su casa”, recuerda uno de sus íntimos.

“Mi hermano era un señor. Siempre vivió orgulloso de sus hijas, y se preocupó para que nunca les faltara nada”, explica a PERFIL Sara Fernández, hermana de Eduardo y tía de Cristina.

—¿Por qué ella habla tan poco de su padre?

—Se dice lo que se quiere decir... Generalmente cuando un matrimonio se separa, los hijos escuchan una de las campanas, la de la madre.

—¿Ofelia y su hermano estaban separados?

—Formalmente no.

Reina Cristina. “Cristina renegaba de su familia. A veces siento que le daban vergüenza. Le molestaba el barrio humilde donde vivían, la casa adornada con flores de plástico y animalitos de porcelana... La incomodaba el fanatismo de su madre por el fútbol, y la simpleza de su padre colectivero. Por eso a partir de la adolescencia comenzó a construirse a sí misma, e intentó despegarse de su pasado”, comenta un íntimo amigo, que arriesga otra hipótesis para explicar por qué la presidenta electa intenta olvidar sus años platenses.

Los que respaldan esta sospecha, suman pruebas. Cristina no mostraba a su familia. Nunca festejó un cumpleaños con amigos en su casa, ni tampoco visitaba a sus parientes paternos. Como botón de muestra cuentan una anécdota. Un 31 de diciembre, pasó con unos amigos por la casa de sus tíos, una parada obligada antes de seguir con sus planes. Cuando llegaron estaban todos en musculosa, brindando con la damajuana arriba de la mesa. Quienes la acompañaban en ese momento recuerdan que Cristina se puso colorada, y después del beso de rigor, dijo que tenía que irse. Huyó.

“No le gustaba hablar de su padre porque era colectivero, pero en cambio con Cafferata hacía ostentación. Tengo grabado en la memoria cuando corregía a los profesores y les pedía que la llamaran Fernández Wilhelm al tomar lista”, comentó su compañera Graciela Balassini a la periodista Olga Wornat, autora de la biografía autorizada de CFK.

Lo cierto es que cuando a los 16 años Cristina se puso de novia con el rugbier Raúl Cafferata, empezó a codearse con un estrato social hasta entonces desconocido para ella. Pocos meses antes, la mayor de los Fernández daba otro paso clave: dejaba atrás las aulas del popular Comercial San Martín para formar parte del alumnado del Colegio de la Misericordia, donde cursó los tres últimos años del secundario.

Algunos amigos todavía recuerdan lo que le costó convencer a Fernández padre para que se hiciera socio del exclusivo Jockey Club de La Plata. Sólo si él era aceptado, su mujer e hijas podían ingresar como invitadas. “Eduardo no quería, le parecía una tilingada. Finalmente accedió, pero jamás pisó el club.”

Esas preocupaciones de juventud parecen haber quedado atrás. Sin embargo, cuando su marido Néstor Kirchner le coloque el lunes 10 la banda presidencial, el pasado de esa chica de La Plata, que paseaba en el asiento de adelante del colectivo de papá, inevitablemente seguirá estando presente.

Colaboraron: Mariano Confalonieri

y Nicolás Resco.

LINK DE BOTNIA (Ja ja ja)

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EL PIRATA ROBY