jueves, 1 de noviembre de 2007

MIGUEL DE UNAMUNO

















Sufrió destierro, destituciones, humillaciones, pero siempre caminó erguido y jamás dobló la testuz ante los poderosos. El Rector de Salamanca sigue siendo el arquetipo intelectual y vital de la España cultural. Escribió contra esto y aquello, y contra lo de más allá, porque tenía alma. Sentía con la cabeza y pensaba con el corazón. No podía ser de otro modo para quien estaba en guerra consigo mismo. Grandioso, contradictorio y genial Unamuno (1864-1936).-
Nadie cómo él ha conseguido universalizar lo español.

A la vuelta del exilio, Unamuno fue el símbolo de una España renacida. Unamuno llegó a tener voz, fue de los pocos escritores españoles que han sido escuchados en la historia de España. La gente no sólo lo estudiaba, sino que era consumido como alimento espiritual. No se trataba de popularización alguna, sino que su palabra se difundía, trascendía, tal y como conviene al pensamiento. Su palabra, sus actuaciones, sus artículos, como también sucedió con Ortega, trascendían, estimulaba la inteligencia a la vez que la aplacaba. Pues que la sed y el hambre de la palabra, como dijera la gran María Zambrano, se encienden apaciguándose.
Unamuno es poeta, dramaturgo, ensayista y, sobre todo, filósofo a la manera española, o sea, un grandioso novelista. Paz en la guerra, de 1897, señala el camino del siglo XX. Fue el primero en acometer este asunto tan español de las guerra civiles. ¡Malditas guerras civiles! Heridas en las que algunos siguen hurgando sin piedad y con saña.


EL PIRATA ROBY

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